Tu padre no quiere “cosas”

Llega un punto en que decides, o te viene sin pensarlo demasiado, que lo material pasa a un segundo plano, que la vida son experiencias y que los objetos que se regalan “porque toca” no hacen sino ocupar un valiosísimo espacio donde, simplemente, podría circular el aire con libertad.

Ese momento llega a cualquier edad: hay quien entiende esto desde joven y quien tarda unos treinta o cuarenta años en hacerlo. También hay quien jamás lo entiende y vive bien con ello.

Pero quienes nos ocupan son los primeros.

Y esto viene a colación de un día bastante especial para el que no queda nada de tiempo.

El Día del Padre

Como cada año, quizá ya estás buscando el último grito en tecnología, carpintería o jardinería, por poner algunos ejemplos, para regalar a la persona que se ha comido madrugones de campeonato para llevarte al partido de los sábados, aplaudiendo aunque lo hicieses mal.

Hagas lo que hagas le va a gustar, tanto si compras algo caro, como si es barato, como si es lo que necesita, como si no, como si lo quiere, como si jamás oyó hablar de ello. Y eso puede ser un problema, y a la vez no. Por supuesto que valorará el detalle, pero porque sabe que el regalo son las manos de quien lo da, no el objeto en sí mismo. Además, como hemos mencionado al principio: tu padre, con suerte, ya habrá empezado a valorar las experiencias por encima de lo material.

Por eso, nosotros te vamos a proponer que le dejes dedicarse tiempo a sí mismo en una escapada a donde sea.

¿Has dicho Toledo? Bueno, sea Toledo, pues.

Un objeto se recuerda por su utilidad; una experiencia por todo lo demás.

Seguro que tu padre se espera que te acuerdes de él, lo que no esperará es que le mandes lejos (no mucho) a desconectar de su día a día.

Y si no te llama el plan… siempre puedes comprarle un bonsái.

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